Son tantas las pequeñas cosas… En
cada una de ellas hay un dios, un dios pequeño. Este es un listado cualquiera,
el que cualquiera de nosotros podía elaborar cada día de nuestra vida, si
quisiéramos apreciar el valor de las pequeñas cosas.
Al despertar, miro el reloj y
permanezco abrazada a la almohada cinco minutos más. Qué sensación tan
agradable la de estirar las piernas entre las sábanas calientes.
Ese olor a bizcocho recién salido
del horno, inundando toda la estancia de aromas de la niñez.
La grata sorpresa de recibir un
mensaje de teléfono de alguien que daba por perdido.
Como se iluminan tus ojos al
decirte, cuánto te quiero.
Saborear un cremoso helado de
frutos rojos en esas noches de agosto en las que resulta difícil conciliar el
sueño.
En los días en que amenaza
lluvia, dejar que las primeras gotas empapen mi cara, y en un gesto de valentía
salir a la calle sin paraguas.
Perderme entre la gente y los
ruidos de la ciudad cuando la tarde va llegando a su ocaso. Pasear a solas o
acompañada de alguien conocido, sin importar demasiado el destino.
El ladrido de mi perro al oír el
sonido del motor del coche cuando llego a casa después del trabajo. Lames mis
dedos desinteresadamente. Me das la bienvenida con frenesí y en ese instante
pienso en lo que significa de verdad ser agradecido.
Saludo al señor del quiosco como
cada mañana. Pienso que lo importante es lo que no necesita serlo.
Tu boca entreabierta de bebé
descansado, al quedarte dormido en el sofá después de comer.
La elocuencia de las palabras que
dicen aquellos que, con honestidad, quieren pedir disculpas.
Como te devoro a besos sin
objeción alguna. No he probado sabor más agradable que el de tu piel después del
baño, antes del baño ó mientras te baño.
Deambulo descalza por la casa al
son de una bossa nova los domingos por la mañana. No me importa ni mi
apariencia desgreñada ni el movimiento de las agujas del reloj.
El primer baño del verano.
En las tardes desocupadas,
enfrascarme en una lectura entretenida. Pareciera que el mundo únicamente lo
conformara la historia novelada y yo misma.
Sentir tu sonrisa tímida en mis
oídos.
Cuando mi madre me acaricia el
cabello mientras cree que estoy dormida.
Tantos son los dioses, tantas las
pequeñas cosas y tan poco el valor que se le da, que hoy merecía unas líneas.
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