lunes, 22 de septiembre de 2014

la lagartija desrabada


Este cuento no es totalmente mio, es una adaptación de uno que encontré navegando.

-¡Córtale el rabo, córtaselo!-  
-¡noooooooooooooooooo!- gritó desesperada, Juanija Lagartija, presa del pánico. 

Dicho y hecho, en décimas de segundo, Juanija pasó a ser una lagartija desrabotada. Separada de su rabo sin quererlo. No sólo le dolía, que le dolía mucho, sino que, además pensaba en lo terrible que se le venía encima. Y eso le provocaba más dolor aún.

-¿Qué será ahora de mi vida, sin rabo?, se preguntaba mirando desconsolada a los dos chavales que no paraban de reírse. Mientras se divertían al verla agitando su cuerpo intentando encontrar alivio, Juanija no dejaba de preguntarse el porqué de ese daño gratuito.

-¿Qué he hecho yo para merecer esto?- repetía la lagartija, una y otra vez.

Hasta ese momento, Juanija vivía feliz y tranquila entre las piedras  del campo. Como a todas las lagartijas, le encantaba tomar tranquilamente el sol sobre una gran roca plana. En muchas ocasiones se había quedado dormida y nunca le había pasado nada.

-No hay problema- se dijo a sí misma. Comenzó a buscar entre las piedras y las hierbas del camino. - Lo encontraré y lo coseré a mi cuerpo como si nada hubiera pasado - se decía con un fingido entusiasmo. - ¡No puedo vivir sin mi rabo!-.

Buscó y buscó, pero el rabo no encontró. No paró de llorar y llorar tras cada fallido intento.

-¡Qué desgraciada soy!- se lamentaba mientras aquellos a quienes veía no paraban de burlarse de tan absurda búsqueda.

-¡Aquí está, aquí está, Juanija!- le gritaban burlándose de ella.

-¡Ahí va la lagartija divorciada de su rabo!- insinuaban otros con una sonrisa sarcástica.

Tanto lloró que la lagartija pensó que lo mejor que podría pasarle era que desapareciera para siempre de la tierra, que con su rabo, también debería haber perecido ella.

Y esa fatídica tarde llegó a su fin. Al día siguiente, la lagartija no cesó en el empeño de continuar la búsqueda. Y así pasó también ese día sin fortuna para la pobre Juanija.

Después de varios días decidió dejar a un lado cualquier distracción para centrarse por completo en la búsqueda. Olvidando su casa, sus juegos y sus amigos,  pasaban los días y los meses inútilmente, y Juanija seguía buscando, preguntando a cuantos encontraba en su camino.
Un día, uno de aquellos a quienes preguntó respondió extrañado:
-¿Y para qué quieres tener dos rabos?-  
Juanija se dio la vuelta y descubrió que le había crecido un nuevo rabito, y ni siquiera se había dado cuenta. 

-Mi rabo era mejor que éste- le dijo a quien encontró en el camino.

-No sé cómo sería el otro, pero ese te sienta muy bien- le respondió el caminante.

Juanija no quedó muy convencida, pero pensó que había sido una tontería dedicar tanto tiempo a lo que ya no tenía remedio. Decidió darse la vuelta y volver a casa.

Pero de vuelta a sus rocas, encontró su rabito a un lado del camino. Estaba seco y polvoriento, y tenía un aspecto muy feo.  Después de haber dedicado tanto tiempo a buscarlo sin fortuna, y ahora, por fin lo había encontrado.

- Ha sido una señal del Universo- pensó. Lo cogió del suelo y cargó con él de camino a casa. Se cruzó entonces con un sapo, que sorprendido le dijo:

- ¿Por qué cargas con un rabo tan horrible y viejo, teniendo uno tan bonito?
- He estado meses buscándolo - respondió la lagartija.
- ¿De verdad has estado meses buscando algo tan feo y sucio? -siguió el sapo.
- Bueno - se excusó Juanija- antes no era tan feo -...
- Mmm, pero ahora sí lo es, ¿no?... ¡qué raras sois las lagartijas! . Un sabio me dijo una vez que si nos aferramos al pasado nunca podremos vivir y disfrutar el presente.- dijo el sapo. Y con un salto sobrepasó a la lagartija dejándola atrás.
- El sapo tenía razón- pensó Juanija. Ella seguía pensando en su rabito como si fuera el de siempre, pero la verdad es que aquello que había encontrado en el camino no era su rabo. Era algo que ya no tenía vida. Entonces la lagartija comprendió todo, y decidió dejarlo allí abandonado, dejando con él todas sus preocupaciones del pasado. Respiró profundamente, acarició su nuevo rabo y comenzó de nuevo el camino a casa, llena de esperanza.

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